Me encuentro mirando el Atlántico, con este cielo, mitad azul, mitad gris plomo, tan característico del verano en la Costa da Morte. Estoy en Traba, un auténtico locus amoenus personal, un lugar al que siempre tiendo, aunque sea en sueños o me encuentre a miles de kilómetros.
Mientras espero al punto bueno de la marea, para meterme con surf, hago un repaso mental de todos los viajes a esta tierra, que siempre llama y siempre llena, y que aún sorprende. Galicia es infinita.
Desde los primeros viajes con mi hermano, con nuestras familias, explorando sin saber nada; luego el CIAO, el de San Xurxo, el de La Lanzada; los cientos de amigos y las decenas de topónimos míticos: Santa Comba, Penencia, Sabón, Cabo Vilán, Rostro, Ladeira, El Vilar… ; los bosques; la arena; la comida; el fresco…
Y ahora la Windsurfer. Quién me iba a decir a mí, hace un año, que esta tabla me depararía tanto, alguna cosa ya olvidada, como volver al Mar Menor -a navegar donde aprendí-, y alguna nueva, como otra Galicia, la de la ría, la de las corrientes, la de los pueblos pintorescos, la de los buenos navegantes llenos de windsurf y amabilidad por los cuatro costados.
Y todo gracias a la segunda edición de la regata de Windsurfer en el Club Marítimo de la Penela, que tuvo lugar a principios de agosto en Cabañas, ría de Ares. Vaya sitiazo, por cierto. Y es que esta es, claramente, una de las ventajas de esta tabla, navegar en lugares como este, donde el río, el mar y el bosque confluyen en una única entidad espléndida.
Solo con la travesía del viernes para comer en Ares ya hubiera merecido la pena el viaje. Sobre todo cuando nos salimos de la ría, casi a mar abierto, mi compi murciano Chema, alias “el túneles”
y Emilio, el Terror de los Mares, un mito viviente, en el que cada rato a su lado es disfrutar de miles anécdotas en las que siempre el mar es el protagonista.
Y que decir de la vuelta, con parada en Redes a “repostar” y descubrir este enclave marinero encantador y escondido.
La regata como siempre, pero más. A mi asumida negligencia con el viento flojo y cambios de presión, se le sumó el auténtico rompecabezas que supone la ría: roles salvajes, corrientones y el paso casi permanente de barcos de todo tipo.
Vaya lío. Como no, para los locales aquello era pan comido, y buena prueba de ello fue que, Juan Portela, leyenda del windsurf ibérico, entrenador nacional y mejor persona, en su primera vez con la Windsurfer ganó una manga a golpe de estrategia, conocimiento del medio y, quizás, gracias a su avituallamiento especial entre manga y manga.
Pero no estaba solo, entre todos los locales que despuntaron estaba Fernando del Castillo (que terminó segundo),Teresa del Moral (con matrícula Tailandesa y tercer clasificado)
o Nacho Botas (señor de la ría y experto en tequilas).
Mención aparte para Juan Taboada (organizador y factótum nacional windsurfer) que resurgió como un titán el último día tras superar sus molestias después de la dureza extrema de la travesía.
Y como ya es habitual, los de La Línea, que siempre muestran su altísimo nivel, vayan donde vayan, naveguen donde naveguen, con un finísimo Ricardo Jiménez, que se alzó con la victoria, y con Félix Pérez siempre en los puestos de cabeza.
También hubo una buena representación portuguesa, José y Pedro,
y se contó con la presencia de la secretaria nacional, Cristina Roca, siempre comprometida con la clase y que, aparte de competir estupendamente, no cejó en ningún momento de señalar aquellos comportamientos menos adecuados de la flota en aras de mejorar la ética del grupo.
En fin, que vaya regatón, que felicidades al Club Marítimo de la Penela y al Ayuntamiento de Cabanas, que mil gracias a la organización, en especial a Dani Taboada por su dedicación,
que vaya fiestas que montan en el club los sábados por la noche
y que ya echo de menos Galicia, esta y la que me queda por descubrir.
Ah, ¿nos vemos en Bangkok?
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